Aquí tenemos un claro ejemplo de lo que supone no pensar ante la existencia de un problema.
Se trata de un pilar (mirando hacia el techo desde el suelo) que interfiere con la arquitectura (o al revés, pero tampoco es relevante). Parece que la solución adoptada (no consultada con el calculista) ha resultado más complicada de ejecutar que una simple llamada o una posible reunión.
A veces se toma demasiado a la ligera la importancia de la estructura, y este tipo de errores de ejecución no son, ni mucho menos, poco habituales.